miércoles, 4 de julio de 2012

MUSEO DEL ALABADO "SANTO DOMINGO"

En una de las edificaciones más antiguas del centro histórico de Quito (Cuenca, entre Bolívar y Rocafuerte) se construye un museo de arte precolombino llamado La Casa del Alabado.

Uno de los mayores retos es la reconstrucción de la edificación, que data del siglo XVI y "es una de las casas más bonitas de Quito colonial", según Iván Cruz, coleccionista de piezas arqueológicas.

Según Cruz, para dirigir la parte museográfica del proyecto se contrató a la empresa francesa Metapraxis que se encarga del diseño de las 22 salas del museo. Asimismo un equipo, dirigido por la arqueóloga Ximena Lobo Guerrero, se encarga de organizar la colección.

Entre los expertos están siete especialistas en montaje y restauración de piezas arqueológicas, además de un diseñador gráfico y un coleccionista.

Este es un proyecto privado financiado por Mario Rivadeneira y Daniel Klein quienes ponen su colección a disposición del museo.

Estas colecciones sumadas a las de Cruz suman alrededor de 500 piezas pertenecientes a culturas precolombinas del Ecuador.

Según Cruz, la selección completa fue inventariada por el Ministerio Coordinador de Patrimonio Cultural.

Uno de los objetivos de La Casa del Alabado es convertirse en un museo "interactivo que sea pedagógico y lúdico". Por ello, tendrá salas en las que las piezas no estén colocadas solo por antigüedad y períodos ya que "las cantidades de tiempo son muy grandes y difíciles de asimilar para los visitantes".

Asimismo, en este museo se intenta hacer un acercamiento a la estructura del tiempo de las culturas andinas.

La Casa del Alabado estará dividida en tres etapas: inframundo, supramundo y axismundo.

En el inframundo se presentarán obras relacionadas a la fertilidad. En el supramundo y axismundo habrá grandes obras de arte, señala Cruz.

Otra de las novedades que propone el museo es las salas temáticas como una dedicada al shamanismo en la que se podrá ver a estos personajes ubicados en diferentes épocas de la historia.

El museo contará con temperatura e iluminación especial que contempla baños de luz natural y artificial para preservar las piezas. Estas condiciones responden a cánones internacionales que necesitarán para traer exposiciones extranjeras..

Según Cruz, la entrega de La Casa del Alabado se ha demorado más de lo planificado debido a trámites legales y la dificultad en las importaciones de algunos de los materiales para el museo.

Con respecto al inversión de la obra prefirió no hablar de números. Sin embargo, augura que la inauguración del museo estará lista para el primer trimestre de 2010

Intrepretacion:
Los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos, representados mediante el jaguar, el caimán y el águila.
Pobladores antiguos que guardaban gran respeto y armonía con su entorno. Con grandes avances en el campo médico, arqueológico y tecnológico en aquella época, están representados así en la figura de Shaman, miembro de la comunidad al que lo atribuían sabiduría, armonía con los Dioses y conocimiento de un sinnúmero de elementos naturales
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Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.
Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería

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Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
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Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos. Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural. En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra. En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna. Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer. Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales… El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales. Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres. En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad. Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo. Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo. Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas. En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave. Sobre el museo El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor. Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50. Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis. En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/mundos-Casa-Alabado_0_702529914.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

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